Los Caminos del Románico de Palencia
Etapa 1 Palencia - Frómista (47 kms)
El 18 de Julio cuando el sol suele aplicarse con mayor vehemencia sobre las tierras de nuestro país, salimos los Alucheros en busca de imágenes y palabras por las tierras palentinas.
Este año el viaje intentó conjugar arte y aventura, deporte e historia; nuestro objetivo es por tanto, mostraros como a bordo de una simple bicicleta, se puede conocer la esencia de esa tierra. Región no muy conocida pero cautivadora y poseedora de la mayor concentración de iglesias románicas de Europa.
Llegamos a Palencia el lunes 18 de julio, el inicio de nuestra ruta circular que debería acabar en el mismo sitio unos días después. Tres Alucheros fuimos los componentes de la partida, aunque durante el camino que fue largo, algunos se incorporaron y otros incluso llegaron y se fueron.
Tras un paseo por las entrañas de Palencia, a través de su calle Mayor que nos deja a un lado su Plaza Mayor y en cuyos alrededores pudimos disfrutar de la preciosa fachada de la iglesia de San Francisco y la Soledad , partimos en busca del destino de nuestro primer día, Frómista.
Una brisa benevolente nos acompaña en la salida de Palencia, y el viajero lo agradece ya que el calor excesivo no es buen consejero del cicloturista. Nos adentramos en Tierra de Campos, una extensa comarca que abarca las provincias de Palencia, León, Valladolid y Zamora, comarca que el Gran Delibes la definió como la Castilla esencial, la Castilla por antonomasia, la Castilla espectacular por la ausencia de espectáculo. Sin duda el gran autor la definió con claridad, porque es una tierra llana, cerealística, de paisaje austero como sus pobladores pero con un sabor de lo añejo que al Aluchero le transporta a otro tiempo, a la Castilla de Machado y a ese recuerdo infantil de monotonía de lluvia tras los cristales.
Nuestra primera parada fue Husillos, justo al desviarnos camino de Fromista. En Husillos como quien no quiere la cosa nos encontramos con la primera joya del camino la Colegiata de Santa María. El pueblo sestea y no encontramos a nadie que pueda enseñárnosla por dentro, así que hemos de conformarnos con su magnífica fachada, una esplendorosa portada que se encuentra acompañada de dos ventanas apuntadas que parecen protegerla de los malos augurios. Junto a la portada se alza la torre, piedra maciza , sobriedad castellana.
Pasado Monzón de los Campos, nos desviamos a Ribas de los Campos ambas localidades de mismo apellido se encuentran bañadas por el río Carrión. Buscamos el Monasterio de Santa Cruz, que se encuentra a unos dos kilómetros del casco urbano junto a una finca agropecuaria. Resulta triste contemplar lo que antaño fue un destacable monasterio como se ha ido deteriorando, y resulta ya alarmante al enterarnos que dicho monasterio es un monumento histórico-artístico desde el año 1931. Curiosa forma de proteger el patrimonio. Un reflejo más de la sensibilidad de nuestras Administraciones amantes del ladrillo y con poca memoria para nuestra historia.
Del monasterio se conserva una iglesia, que transmite tristeza y desamparo y de la que se desprende el olor rancio de la alfalfa secándose a la luz del verano.
Retomamos el camino en busca de Amusco, nuestra próxima parada, allá visitamos en primer lugar la Ermita de Nuestra Señora de las Fuentes, monumento histórico-artísticodesde el año 1963 de enormes proporciones, incluso desmesuradas para la sencillez de lo que suelen ser las ermitas, junta a ella descansa el cementerio, y entre ambos constituyen una estampa silenciosa, quieta , sólo arropada por el tiempo.
En el casco viejo de Amusco nos encontramos con la Iglesia de San Pedro, o como los paisanos la conocen, el Pajarón de Campos. Se trata de una iglesia de enormes proporciones que la hacen visible desde muy lejos. Su fachada occidental, más moderna nos muestra una espadaña impresionante y un arco apuntado de cinco arquivoltas, al lado de la fachada, y para desconcertar al cicloturista se hayan varias casas antiguas de ladrillo, construcciones que son capaces de alterar cualquier belleza. Sin embargo la portada meridional la más antigua protegida por un pórtico medieval, nos muestra una pequeña y recogida plaza, sencilla y bella, sin más pretensiones que no sea estropear la monumentalidad de la iglesia.
El Aluchero ya anda algo sediento y se sienta en una terraza cuya vista acaba en la espadaña de la Iglesia de San Pedro. Calma su sed y se sumerge en el ambiente del pueblo, un ambiente quieto, como parado en el tiempo. Los paisano buscando en la carretera alguna novedad, algún cambio y los Alucheros sumergiéndose en sus pensamientos, disfrutando del viaje que acaba de empezar.
De Amusco nos dirigimos al final de la etapa de hoy, Fromista. 47 kilómetros que apenas han pesado sobre las piernas, la brisa ligera, la carretera llana como la palma de la mano, no han dejado apenas sufrimiento, o puede que el ansia del comienzo de la aventura haya hecho que los Alucheros apenas hayan sentido el peso de los kilómetros.
Frómista forma parte del recorrido del Camino de Santiago, y eso se nota en sus calles ya que hay algo más de alboroto, y algún visitante con mochila, y algún que otro cicloturista.
En Frómista está la Iglesia de San Martin, una de las joyas del recorrido, una maravilla arquitectónica que solo ella merece un viaje. Los canecillos se mantienen en perfecto estado, los capiteles son de una precisión matemática. Lo dicho uno de los mejores ejemplos del románico palentino y por ende del románico de nuestro país.
Una vez lleno el buche, nos dispusimos a dormir bajo las estrellas. El aposento de nuestra primera jornada fue la Ermita de la Virgen del Otero a las afueras de Frómista.
En la puerta de la Ermita y bajo la arboleda que se mecía por el viento los Alucheros reposamos serenos, con el estómago lleno y el espíritu repleto.
Etapa 2 Frómista- Herrera de Pisuerga (50 Kms)
De cómo los Alucheros se desperezan en busca del segundo día del viaje, el aposento ha sido sencillo, la cama dura como si fuera suelo. Hoy les espera la comarca del Boedo, con sus pilas y sus cielos, arropados por los campos de cereales que saludan al viajero.
El primer día de dormir al raso y apenas protegido tus huesos del suelo, hace recordar al viajero las comodidades de su casa, pero como quiere ser que esa sea una de las esencias del viaje, dejar atrás la rutina del hogar para adentrarse en los paisajes, el Aluchero se siente feliz, despereza sus huesos y se pone manos a la obra en la ardua tarea de desmontar la tienda y preparar las alforjas. Trabajo que al principio se torna lento, dificultoso, pero que con el transcurso de los días será rutina cicloturista.
Retomamos nuestros pasos a Frómista donde damos cuenta de un suculento desayuno y partimos hacia Osorno, dejando a nuestra izquierda la Iglesia de San Pedro, que se despide del viajero impávida, como si fueran muchos los que la tienen en su recuerdo.
El camino hacia Osorno es tranquilo, el tráfico está ausente y nuestro mayor entretenimiento son las nubes que juguetean por encima de nuestras cabezas. Vuelan veloces empujadas por el viento, un viento que nos aleja de los calores del estío y que hace que el camino transcurra perfecto.
Osorno es la última población de la comarca de Tierra de Campos, no es un pueblo bello, apenas quedan edificios que muestren las herencias de su pasado. El ladrillo ha sido voraz como en muchas otras partes de nuestro país y el pueblo perdió su esencia. Pero como quiera que el final de un trayecto, al que le seguirá otro es un buen lugar para descansar las piernas y tomar una cerveza en la taberna del pueblo.
Y es aquí donde el viajero se vuelve más locuaz, y de un viaje salen cientos y en eso estamos cuando los Alucheros recuerdan un viejo proyecto: El Canal de Castilla.
Ya cerca de Frómista coincidimos con él y otra vez en Osorno aparece. Se trata del ramal del norte, en su tramo que va desde Osorno hasta Herrera de Pisuerga.
El Canal de Castilla que fue un proyecto de comunicación entre las tierras castellanas y leonesas allá por el siglo XVIII, con un objetivo más ambicioso de unir el Cantábrico con las tierras castellanas. Dicho proyecto que tuvo su esplendor a principios del XIX , pronto se vio relegado por la aparición del ferrocarril. Actualmente sus orillas pueden ser recorridas en bicicleta.
Abandonamos Osorno y nos dirigimos a Calahorra de Boedo en busca de su famosa pila Bautismal. Nos adentramos en la comarca de Boedo-Ojeda, tierra de transición entre las llanuras de Tierra de Campos y la zonas escarpadas de la montaña Palentina.
En Calahorra de Boedo preguntamos a sus paisanos como podíamos visitar la Iglesia de nuestra señora de las Candelas, donde se encuentra una pila bautismal románica. Es preguntando cuando nos enteramos, que la mayoría de las Iglesias románicas tienen un horario de visita de mañana-tarde y que fuera de él permanecen cerradas, y este posibilidad de visitarlas se extendía exclusivamente a los periodos estivales y festivos. Un paisano del pueblo las enseñaba y explicaba a cambio de un pequeño sueldo, una buena manera de mantener el patrimonio vivo para los viajeros y para los habitantes de cada pueblo.
Como quiera que aún quedaba una hora para poder visitarla nos dirigimos a través de un sendero al pueblo vecino de Páramo de Boedo para visitar laIglesia de Nuestra Señora de Natividad. Poco le queda de Románico a esta Iglesia, únicamente la cabecera que dormita junto a un pequeño cementerio.La torre que se alza orgullosa entre los campos de cereales data del 1771 como una inscripción así lo refleja.
Andan los Alucheros repasando sus lecciones de infancia sobre los distintos tipos de cereales. Así junto al trigo, la cebada y la avena, nos encontramos con la avena loca, una mala hierba que se esconde entre los campos de cereales y que se alimenta de su agua y de su tierra dejándolos más débiles, menos esbeltos.
Volvemos a Calahorra de Boedo, a visitar la Pila Bautismal. La señora que nos enseña la Iglesia nos habla de quitas entre los dos pueblos y que la pila vino de Paramo a Boedo. Lo cierto es que la Pila es bella, muy bella, una talla equilibrada y proporcional donde se reflejan diferentes motivos. Nos llama la atención la bajada de Cristo a los infiernos por su expresividad y por Satán que parece peludo y de cabeza con cuernos.
Salimos de Calahorra y nos presentamos en Herrera de Pisuerga. Hoy nuestro aposento era el camping de dicha localidad, un camping feo, sucio y maloliente, así que nada, si pasáis por ahí es mejor dormir al raso que pagar por algo que no merece llamarse camping.
Cerca de allí hay una gasolinera con un hostal donde pudimos cenar un menú austero pero que al Aluchero muerto de hambre le pareció un manjar delicatesen. De Herrera poco que decir, ciudad mediana sin encanto, a no ser por las alamedas que peinan al rio Pisuerga que por sus calles serpentea.
Etapa 3 Herrera de Pisuerga-Aguilar de Campoo (45 kms)
De cómo los Alucheros van dejando atrás las llanuras palentinas y se acercan a las faldas de las montañas. Etapa de monasterios, pantocrátor,paisanos que muestran orgullosos la historia de sus pueblos y una cerveza junto a un pantano que parece mar a las orillas de Aguilar.
La primera parada de la etapa de hoy es la Iglesia de San Lorenzo en Zorita del Paramo, a apenas 2 kms de Herrera de Pisuerga. La Iglesia de San
Lorenzo condensa todos los elementos clásicos del arte románico palentino, edificio con planta de cruz latina de un nave rectangular , cabecera con ábside semicircular precedido de presbiterio recto, a todo eso hay que sumarle la puerta azul chillona de la fachada principal que parece poner en entredicho todas nuestras palabras.
La Iglesia de San Lorenzo nos la muestra un paisano del pueblo, cuyo nombre no anotamos y del que no conseguimos acordarnos. Lo que si perdura en el recuerdo, es la pasmosa naturalidad con la que nos describe cada uno de los magníficos elementos de su Iglesia y como nos detalla con precisión, los canecillos exteriores del ábside donde se nos muestran escenas eróticas, que parece ser hacían las delicias de las mozas y mozos de antaño. Otros tiempos donde no existía la red y las relaciones y el erotismo se forjaban en nuestra imaginación piel a piel, pliego a pliego.
La próxima parada nos quedaba a un buen trecho, así que volvimos sobre nuestras bicis, y con el ritmo pausado que el viaje se merece nos dirigimos al Monasterio de San Andrés de Arroyo, a las afueras de Santibañez de Yecla. Este Monasterio que constituye un conjunto de edificaciones, está delimitado por un muro al que se accede por unapuerta de estilo clásico.
Llegamos tarde o muy temprano según se mire, así que como el objeto de nuestra visita era el claustro de dicho Monasterio esperamos hasta su apertura. Y como el aluchero es de estomago fácil aprovecha la parada para dar rienda a su apetito y porque no decirlo despojar a sus alforjas de cualquier carga pesada.
Como quiera que no podíamos hacer fotos del claustro del Monasterio tuvimos que elaborar un plan para obtener documentación visual de esta maravilla, y no fue otro que entrar al Monasterio con la cámara de video asida al casco de la bicicleta que portaba nuestra meritoria cabeza.
Y así ante la atónita mirada de otros viajeros que esperaban la apertura del claustro y sin despestar el recelo de la monja que nos enseñaba el claustro, pasamos ávidos en busca de la belleza y parsimonia de las columnas que conformaban esta maravilla del arte palentino.
Nos cuenta la monja, en un tono solemne que recuerda a una misa en latín, que el tallaje de los capiteles al tratarse de un monasterio cisterciense, estaba únicamente decorado con motivos vegetales, para no distraer a su ocupantes ni alterar su espíritu. Y piensa el viajero aluchero que la belleza es belleza, y que más da que se torne en figura vegetal, animal o persona. Aunque aquellos tiempos de escasez de imágenes cualquier talla podría alterar el alma más severa.
Antes de irnos observamos con fascinación la precisión de las columnas , ni un centímetro de diferencia, todas ellas se dibujan sobre una línea imaginaria perfecta, de tiralíneas.
Volvemos sobre nuestros pasos y cogemos la carretera dirección Moarves de Ojeda, este pueblo nos esconde la magnífica fachada de la Iglesia de San Juan, portada que ya fue alabada por Miguel de Unamuno en su camino por las tierras Palentinas. Y es cierto que su belleza no nos defrauda y más con la luz del atardecer que colorea el pantocrátor de Jesús y sus apostoles y que subraya el impresionante arco de medio punto. Es el primer Pantocrator que el viajero se encuentra, y no puede dejar de admirar la talla de los rostros, de los cabellos , de las ropas.
Pero su fachada no acaba con el pantocrátor, sino que posee cinco arquivoltas que descansan en sendas columnas de cuidados capiteles. Cuando más nos acercamos más somos conscientes de la calidad de la obra.
Recogemos nuestra mirada que anda clavada en la portada de tan explendido templo y nos dirigimos a la que será la última visita del día de hoy: El Monasterio de Santa Eufemia de Cozollos. Este Monasterio situado en Olmos de Ojeda, es el único vestigio de lo que fuera Real Monasterio de Frailas Comendadoras de Santiago, y se encuentra dentro de la finca privada de agroturismo denominada "Granja Santa Eufemia": http://www.granjasantaeufemia.es/
La familia propietaria de dicha iglesia viene cuidando con esmero desde hace 4 generaciones tan preciada joya arquitectónica, conservándose ésta en perfecto estado.
Destaca el ábside exterior dividido en tres paños por dos contrafuertes, cada paño tiene unaventana. En cada una de ellas podemos observar todos los elementos relevantes del románico palentino, dos arquivoltas de mediopunto, la primera apoyada en dos columnas coronadas por capiteles, y sobre las arquivoltas se sitúa el guardapolvo decorado con motivos ajedrezados. Muy interesante también es la excepcional colección de restos escultóricos desde el desaparecido Monasterio prerrománico
hasta los restos escultóricos modernos, todo ello se encuentra en una sala anexa a la Iglesia.
Abandonamos tan magnífico sitio en dirección a nuestro aposento del día de hoy, el camping de Aguilar de campo(camping de Monte Real), no muy lejos de la población de referencia y justo enfrente del embalse de Aguilar de campo, que en estos lares parece un mar entero. Estos últimos kilómetros transcurren entre pinares , por un camino de pequeñas ondulaciones que parece adelantarnos lo que nos espera en los próximos días.
En el camping entre enormes pinares montamos nuestra casas, nuestra habitación y nuestra cama todo ello dentro de diminutas tiendas . El camping nos ofrece una buena cena y una terraza en frente del pantano nos otorga unas buenas vistas. Un final perfecto para un día completo.
Etapa 4 Aguilar de Campoo- Rueda de Pisuerga (38 kms)
A las faldas de la montaña, los Alucheros reposaron sus aventuras, y mientras abandonan la población famosa por sus galletas, sus piernas van llenándose de cuestas. Poco a poco, lentamente con la parsimonia en la que te sumergen los promontorios , su vegetación y sus aldeas; entramos en la montaña palentina.
Salimos del camping y con las legañas todavía poblándonos los ojos llegamos a Aguilar de Campo. Aguilar que da nombre a la comarca es la puerta a la montaña palentina, allá quedaron los campos de cereales que surcaban monótonos las llanuras, se nos presentan tierras de bosques, de aldeas que se prestan a un retiro espiritual y de un terreno que ya se empina.
Nos detuvimos en Aguilar del Campo, para poder disfrutar de algunas de sus joyas arquitectónicas. La villa fue declarada conjunto Histórico – Artístico en 1986, y padece el mal de muchos de nuestro pueblos , la presencia constante del automóvil. Esa costumbre tan extendida en los tiempos actuales de sustituir las piernas por el automóvil, de recorrer hasta el más minúsculo tramo a bordo de un vehículo, dificulta al viajero sobre dos ruedas, un deleite completo y perfecto de la magnífica Plaza de España, que emerge en el medio del casco urbano de este pueblo.
En el extremo oriental tenemos la Colegiata de San Miguel de esbelta figura y composición variada, naciendo en el románico y siendo ampliada posteriormente. Son pocos los vestigios románicos que en ella encontramos, pero si sois amantes de las tallas, os recomendamos que no os perdáis las dos piezas que allí se conservan, la del Cristo de Santa Cecilia y la Virgen de Grijera.
Nuestra segunda visita en Aguilar del Campo, era el Monasterio de Santa Maria la real, un poco alejado del pueblo, y al que se accede a través de un paseo que recorre las márgenes del rio Pisuerga. Edificio cuidadosamente restaurado, nos ofrece un magnifico claustro con una interesante sala capitular.
No dejamos de recorrer el resto de las instancias, con la premura que el tiempo nos marca, el sol está en todo lo alto y apenas hemos hecho algunos kilómetros.
Después de hacer acopio de algo de comida para poder adentrarnos en la montañas palentinas, sin el riesgo de no encontrarnos algo que echarnos a la boca, partimos de Aguilar de Campo por la P-220 dirección a Barruelo de Santullan. Nuestra sorpresa fue que nos encontramos con un carril bici que nos acompañaría por parte de nuestro recorrido.
A unos 10 kilometros de Aguilar nos paramos en Cillamayor, para visitar la Iglesia de Santa Maria la Real. Lo más destacable es su ábside , dividido en tres paños con ventanas de medio punto y sus canecillos bien conservados y con múltiples figuraciones.
Continuamos por nuestro camino hacia el próximo pueblo Revilla de Santullán. Allí nos espera la Iglesia de San Cornelio y San Cipriano, sin duda la gran visita del día. Buscamos al paisano para que nos enseñara el templo. El hombre de avanzada edad repetía con pasión el discurso tantas veces repetido sobre la belleza de la portada de la Iglesia, y a su vez castigaba con una fina vara el capitel de la portada. Un capitel que se hallaba protegido de las inclemencias del tiempo por una falsa puerta; y no le protegía solamente de los vientos, sino también como nos recordó el anciano de las manos sigilosas de algún expoliador de arte.
Partimos hacia el este conscientes del privilegio de haber visitado una de las referencias más importantes del románico palentino. El terreno se iba empinando entre las siluetas aun tenues de la cercana montaña. Una carretera estrecha y bella, adornada de valles y poblada por algunas aldeas, nos sumerge en el camino en busca de nuestra última visita en Villanueva de la Torre.
Una torre situada en el extremo oriental de la Iglesia de Santa Marina pone el apellido del pueblo donde llegamos. Son muchas las Villas nuevas que nos encontramos por la orografía de nuestro país, pero no hay ninguna que nos presente este magnífico ejemplo del románico, sobre una colina que se asienta a las afueras del pueblo.
Subimos por la empinada vereda, ya sin las bicis que permanecen expectantes junto a la pared de la última casa, y nos acompaña nuestra guía, una venerable mujer de largas frases y merecida paciencia.
La cabecera y la torre pertenecen al periodo románico, y es desde esta última desde donde podemos otear la profundidad del valle, y donde nuestra vista alcanza parte de la comarca de Aguilar de Campo.
Nos despedimos de un grupo de paisanos, después de participar en su tertulia vespertina, nos fuimos con la información suficiente para desear emprender el camino, y poco a poco zigzagueando sobre el Pisuerga, llegamos a uno de los pueblos de sus orillas: Rueda de Pisuerga.
Allí por fin nos encontramos con un bar, y la cena nos pareció un festín después de nuestro almuerzo de pan, sardinas y tomate.
Dormimos bajo el pórtico de una vieja iglesia, deteriorada por el tiempo y junto al pequeño cementerio del pueblo. Sin duda nuestras animas descansaron tranquilas por esta cerca del sacrosanto. Otra cosa fue la imaginación de los Alucheros, que se perdió entre estrellas, humos y viejas historias.
Etapa 5 Rueda de Pisuerga- Cervera de Pisuerga (50kms)
Después de un descanso repleto de silencios, preparamos con cautela nuestro cuerpo y nuestro ánimo para la que será sin duda la etapa reina de esta ruta. Entre bisontes, robles y otros animales cruzamos la montaña palentina, atravesamos el valle de la Castillería, visitamos la última abadía palentina y nos dejamos caer hasta Cervera de Pisuerga.
Salimos de Rueda de Pisuerga remontando el rio Muda en dirección a San Cebrián de Muda, allí nos encontramos con la Iglesia de san Cornelio y San Cipriano, cuya espadaña ya nos señala que estamos ante un templo románico, austera y con su estructura habitual de tres cuerpos.
El próximo destino era el valle de la Castillería y para eso teníamos que cruzar la Sierra de Corisa a través de una pista que serpenteaba por la montaña. El reto se nos presenta enorme y la armonía de sus montañas nos animaba a abordarlo. Esta montaña nos hace pequeños, estamos en tierra donde abunda el lobo y es frecuente la presencia del oso.
Justo a la salida de San Cebrián de Muda, y una vez que hemos cogido la pista con la que saltaremos el monte, nos encontramos con la Reserva del Bisonte Europeo. Fue una pena que el día en que pasamos no estuviera abierto, porque a uno le recuerda su infancia de indios y de bisontes, y la curiosidad por ver a ese magnífico animal le invade.
La pista se endereza y la pequeña casa que llevamos a cuesta se asemeja a un remolque difícil del que tirar. hay que echar el pie a tierra, sin complejos, sufrir más de lo necesario te inhabilita para disfrutar del viaje. Arboleda a ambos lados, naturaleza pura, camino de pastores y hechuras de bosque solitario.
Una vez que llegas a la loma, puedes divisar a lo lejos el pico de Valdecebollas y la vecina Cantabria que no se haya muy lejos. La bajada hasta el valle de la Castillería es serena sin grandes desniveles, así que el viajero puede detenerse en el paisaje limpio de edificaciones , algo que el aluchero ya estaba echando de menos.
Herreruela de Castillería que es el primer pueblo del Valle de Castillería o el ultimo ya que ahí se acaba la carretera, es una pequeña aldea rodeada de bosques y aposentada en un recodo de la montaña, donde nos encontramos alguna casona de piedra que le dan un porte señorial, a un pueblo que como sus hermanos es eminentemente ganadero. Aquí en este pueblo pudimos saborear el pausado arte de la conversación, al que somos muy aficionados y que dominamos sobradamente sobre la barra de un bar.
Siguiendo el curso de ría Castilleria, llegamos a San Felices de Castillería , cuya iglesia tardorromanica de San Lorenzo se alza sobre una loma, y que parece esperar la visita de los viajeros, con esa solemnidad tan presente en el románico.
El valle de la Castillería se acaba pronto y la carretera desemboca en una más grande a las orillas del Embalse de Requejada. Cogemos dirección Cantabria y poco a poco vamos ascendiendo, hasta que dejamos esta vía a cambio de una olvidada carretera cuyo primer pueblo es San Salvador de Cantamuda.
En Salvador de Cantamuda está la Iglesia de El Salvador, una Iglesia cuya Espadaña merece solo una visita. La solemnidad de este templo que yergue tieso a las afueras del pueblo, es una de las estampas más bellas del pueblo. Estas tierras pertenecientes a la comarca de la Pernía , campos que formaron parte de la fase inicial de la reconquista, conservan la austeridad y la gallardía de aquella época. Un paisano que se acerca era lo que necesitaban los Alucheros, para que el retrato fuera completo.
De San Salvador de Cantamuda partimos por una pausada carretera en busca de La Abadía de Lebanza, que es el final de una carretera sin salida, a la que tan aficionados somos los Alucheros. Al final del camino siempre hay una senda por la que andar, y desde allí ascenderíamos a la parte más alta del viaje, golpeados por los aullidos del viento.
Antes de llegar a la Abadia , en Lebanza , apenas unas pocas casas , que dan nombre a la cercana abadía que ostenta su apellido, pudimos darle rienda suelta al musculo vocal y fue sin duda uno de los momentos más palentinos que tuvimos. Los paisanos no acostumbrados a viajeros, nos contaron con todo detalle la vida de su pueblo, sus hazañas con el oso, su odio hacia el lobo.
Es curioso observar como estas gentes poco acostumbradas al gentío mascan las palabras laboriosamente, para no olvidarse nada, para que la historia se cueza a fuego lento en nuestro imaginario. NO sabemos si el oso que les visita cada año y se pasea por el pueblo cuando el sueño les acecha, es un leyenda vivida o imaginada , pero disfrutamos escuchándola.
Al final del camino se vislumbra la Abadia de Lebanza, que se ha convertido en una granja de pastoreo, donde los mastines retozan a la sombra de una enorme noguera, a la espera de peores tiempos cuando el invierno se come los días, y las alimañas andan un poco hambrientas.
Al lado de la Abadía sale una pequeña pista, que se acaba convirtiendo en sendero y que nos introduce en las faldas de la Sierra de Alba. Este fue el punto más alto del viaje, unos 1500 metros a la sombra de Peña Carazo, donde el frio nos atenaza porque el viento se agita bravo.
Nos lanzamos por una pista pestosa en busca de Polentinos el pueblo que se alza al otro lado de la montaña. Al llegar al Pueblo las manos todavía se quejan del camino tambaleante.
Desde Polentinos cogemos la carretera que nos llevara de nuevo a la via que cogimos al salir del Valle de la Castillería. Hoy alargamos el recorrido en un trazado semicircular que nos posibilito disfrutar de la montaña palentina en toda su extensión.
Una vez que llegamos al Embalse de Requejada cogimos impulso a las orillas de sus aguas, para lanzarnos al final de la etapa del día de hoy , Cervera de Pisuerga.
Cervera de Pisuerga está en el corazón de la montaña palentina, y conforma junto a Guardo y Aguilar de Campo, las tres villas de referencia de esta montaña.
Es un pueblo pequeño, con una pequeña plaza y unas calles a su alrededor que guardan un poco la esencia del pasado. Allí descansamos en el camping de Cervera, uno de los mejores campings del viaje, limpio, y en un sitio agradable.
Etapa 6 Cervera de Pisuerga - Guardo (58 kms)
Hoy nos adentramos en la ruta de los pantanos, que más que agua embalsamada parecen mares, en los que se refleja la montaña palentina. Y es por estos lares por donde ascendimos nuestro único puerto, en un terreno que adivina las más altas cumbres palentinas y que nos separa de las tierras hermanas de León y Asturias.
Salimos de Cervera de Pisuerga después de una noche azarosa de espera con dos Alucheros más, que aprovechando el fin de semana se acercaron a nuestro camino para seguir durante algunos días las misma vereda.
El primer hito del día de hoy es la subida al Alto de la Varga, puerto de 1423 metros con una subida de 7.98 metros y un porcentaje medio de 5.6%, lo que viene a constituir un puerto de 2ª, aunque cualquier tachuela cuando llevas alforja se convierte en la más empinada de las cuestas.
El día amaneció plomizo y parece que el letargo te invade, sin embargo las primeras rampas del puerto que comienza muy cerca de Cervera de Pisuerga, una vez que llegas a Ventanilla, nos espabila y hace que rápidamente dejemos atrás la caraja.
La montaña se muestra en su máxima expresión agreste , austera, lejana con el pico del Espiguete al fondo, que hace que el viajero se torne diminuto , una mota sobre una bici integrada en el paisaje.
Al llegar a Santibañez de Resoba, y cuando ya el puerto parece acabarse nos encontramos con las rampas más duras, el pueblo serpentea entre magnificas cuestas y parece que en cualquier momento se va a desparramar por el valle. Pasa el viajero esperando la última curva que siempre divisa el final del sufrimiento. Pero después de una curva llegan otras como casi siempre.
Por fin llegamos al alto de la Varga, el único puerto de la ruta palentina, y es este punto donde se separa la cuenca del rio Carrión del de el ría Pisuerga, y entramos en la comarca de Guardo-La Peña.
La foto de rigor una muesca más en las cumbres acechadas por los Alucheros.
Bajamos rápidamente por una carretera tranquila, en un descenso no muy largo que alterna terreno llano y ascendente, y nos plantamos en breves minutos en Alba de los Castaños, al recodo del embalse de Camporredondo.
Allí junto a la cercanía de unos cervezas hablamos sobre el transcurso del día y algunos quisieron ver en las rampas abatidas, resquicios del Tourmalet , otros más pausados se detienen en vaciar el vaso junto a ese elemento imprescindible en nuestras vidas y que como móvil que es, nos acompaña a todos lados.
Nos dejamos caer por una bajada que no es tal bajada, y que acostumbra a martillear con pequeños rompepiernas el ya monótono ritmo de los viajeros.
Al Embalse de Camporredondo le sigue el Embalse de Compuerto, enormes balsas de agua que serpentean como si fueran un rio ,que ya se hizo mar antes de desembocar.
Descendemos a la vera del rio Carrión y nos presentamos en Velilla del Rio carrion, donde apenas nos paramos, en busca ya de un refugio que apaciguara nuestros maltrechos cuerpos.
Seguimos por el curso fluvial destino a Guardo, la tercera ciudad de Palencia , cuyo desarrollo industrial fue paralelo al descubrimiento del carbón en la comarca a finales del siglo XIX y la construcción del ferrocarril de vía estrecha La Robla-Bilbao. El paisaje te muestra los vestigios del carbón con un extraño olor de la industria química cercana.
En Guardo decidimos quedarnos a pasar la noche, y para eso influyo una piscina abierta que nos sirvió como aliciente para quitarnos la mierda que llevamos acumulada del camino.
Una vez acabado el baño refrescante, o más bien helado , y con la sangre brotando suavemente por el organismo, decidimos poner la tienda en los jardines que rodean a la piscina, lugar de frecuencia de la juventud de Guardo, que encuentra entre esas hierbas un espacio para darle gusto al botellón, a lo que había que añadir un campeonato de futbol- sala de 24 horas, una de esas aficiones difíciles de entender cuyo objeto supongo que será, agrupar a la muchachada de la zona.
Por supuesto esta fue una noche toledana, la algarabía de los chavales leoneses, se hizo presente en nuestro reposo, no sabemos si entendieron nuestras tiendas como un objeto no identificado, pero se dedicaron toda la noche a darle la vuelta, en busca de entender ese inexplicable fenómeno.
Algunos pensaran que poner la tienda en medio de un pueblo grande es una globerada de primer nivel, pero una ruta sin su globerada correspondiente pierde parte de su atractivo, y sirve para no caer dos veces en la misma piedra, o por lo menos intentarlo.
Algunos juraron no volver a GUARDO…
Etapa 7 Saldaña- Villoldo (55 kms)
Cuando el sol nos golpeaba con su mazo ardiendo sobre la fina loneta de las tiendas el aluchero se despereza. El aluchero tiene un cierto hormigueo sobre la cabeza, que hoy le acompañará durante todo el día. Es lo que tienen las noches de pasión que se despierta con una considerable letanía.
Nos dejamos caer por la C-615, en dirección a Carrión de los Condes, la bici deambula como pollo sin cabeza, dejando que el alcohol se evapore con el sudor y deseando llegar a Carrión para depositar el cuerpo debajo de una sombra.
A la vera del Carrión y pasando por algunos pueblos cuyos vestigios románicos quedaron abandonados por el paso del tiempo llegamos a la villa de Carrión de los Condes.
Carrión de los Condes fue villa de gran importancia histórica, sobre todo en época medieval. Se sitúa en el centro de la provincia palentina en pleno recorrido del Camino de Santiago.
Tiene diferentes edificaciones románicas, y entre ellas destaca la Iglesia de Santa María del Camino o de las Victorias. Esta iglesia destaca por su excepcional portada meridional y su complejo repertorio iconográfico, uno de los más completos del románico palentino.
Después de reposar un intenso almuerzo debajo de un castaño que perfila una de las plazas de Carrión de los Condes, nos dirigimos a visitar otra de sus iglesias, la Iglesia de Santiago. Aquí en Carrión el camino está presente, se ven gentes de todos los lados y el saludo del buen camino aparece en la boca de muchos de los transeúntes con quien nos cruzamos.
Los Alucheros huyen del camino en el estío, porque más que camino parece una autopista en la hora punta de una gran urbe, demasiada gente para disfrutar de la soledad y el silencio que impregnan los viajes en bicicleta.
Saliendo de Carrión nos dirigimos a Villoldo pero para llegar damos un rodeo para evitar una carretera densa en tráfico. El calor de la tarde nos golpea con ansiedad, así que una vez pasado Villoldo nos dirigimos a Manquillos y allí pudimos darnos un leve chapuzón en las orillas del Carrión.
En busca de algún lugar donde nos dieran de cenar tuvimos que retomar el camino a Villoldo y comer en un restaurante de carretera. Una cena que no constará en los anales del buen comer, pero que sirvió para quitarse el hambre y no refugiarse en el saco con el estómago vacío.
La noche la pasamos debajo del pórtico de la Iglesia de Villoldo y parece que no se hizo nunca de noche. Las farolas del pueblo se encargaron de perturbar nuestro sueño, eso sí, ayudadas por los inmisericordes mosquitos del cercano Carrión que también quisieron saludarnos esa noche.
Etapa 8 Villoldo- Palencia (30 kms)
Después de una noche sin descanso y con el ánimo turbio por el final del viaje, el aluchero se despereza y prepara por última vez sus alforjas. Ese ritual que se acabo convirtiendo en costumbre se despedirá hasta nuevas rutas.
Amanecemos en Villoldo con el cuerpo ataviado de pequeñas mordeduras de mosquitos y con los ojos aún pegados por una noche sin descanso.
De Villoldo a Palencia apenas quedan 30 kilómetros por una carretera llana y en descenso, con un tráfico presente y en algunos casos agobiante.
La entrada a la ciudad cuando el sol está en todo lo alto, constituye una triste despedida, que como cualquier viaje cuando se termina, deja ese toque de melancolía.
Recorre el aluchero el paseo central, peatonal de la ciudad, con ese toque impersonal de las grandes ciudades, saborea un par de plazas de gran abolengo y disfruta de la inmensa catedral de Palencia.
Andan los Alucheros pensando en nuevas andanzas con una cerveza en su mano, sin duda la mejor manera de dar por acabado un viaje, justo en el sitio y lugar donde empezará el siguiente.